[Arte] [Ocio] [Informática] [Bacatá] [Macondo] [Tercero_azul] [Physis] [Estrategia] Share/Save/Bookmark Subscribe

jueves, abril 10, 2008

a la carga!

Un cariñosísimo y viceral homenaje al político mas titánico que pudo parir este país:

Excelentísimo señor Presidente de la República, doctor Alvaro Uribe Velez:

Bajo el peso de una honda emoción me dirijo a vuestra excelencia interpretando el querer y la voluntad de esta inmensa multitud, que cobija su ardiente corazón, lacerado por tanta injusticia, bajo este silencio clamoroso, para pedir que haya piedad y tranquilidad para la patria.

Hemos llegado a congregarnos aquí, para expresar la irrevocable decisión de defender nuestros derechos. No se ha escuchado sin embargo un solo grito, porque en el fondo de los corazones sólo se escucha el golpe de la emoción.

Durante las grandes tempestades la fuerza subterránea es mucho más poderosa, y esta tiene el poder de imponer la paz cuando quienes están obligados a imponerla no la imponen.

Aquí no se oyen aplausos: ¡Solo se ven banderas negras que se agitan!, señor Presidente: Vos que sois un hombre de universidad debéis comprender de lo que es capaz la disciplina de un partido, que logra contrariar las leyes de la psicología colectiva para recatar la emoción en un silencio, como el de esta inmensa muchedumbre. Bien comprendéis que un partido que logra esto, muy fácilmente podría reaccionar bajo el estímulo de la legítima defensa.

Porque somos fuertes somos serenos. Esta es la significación más exacta de que con nosotros no puede abusarse. Hay un partido de orden capaz de realizar estas manifestaciones para evitar que la sangre se derrame y para que las leyes se cumplan, porque son la expresión de la conciencia colectiva. Yo quisiera que todo el país contemplara este espectáculo. No me he engañado cuando he dicho mi concepto sobre la conciencia popular, ampliamente ratificada en esta manifestación, donde los aplausos desaparecen y sólo se oye el rumor emocionado de los millares de banderas negras que aquí se han traído para recordar a nuestros hombres tan villanamente asesinados.

Señor Presidente: Serenamente, tranquilamente, con la emoción que atraviesa el espíritu de los ciudadanos que llenan esta plaza, os pedimos que ejerzáis vuestro mandato, el mismo que os ha dado el pueblo, para devolver al país la tranquilidad pública. ¡Todo depende ahora de vos! Quienes anegan en sangre el territorio de la patria, cesarían en su ciega perfidia. Esos espíritus de mala intención callarían al simple imperio de vuestra voluntad.

Amamos hondamente a esta patria nuestra y no queremos que nuestra nave victoriosa navegue sobre ríos de sangre hacia el puerto de su destino inexorable.

Señor Presidente: No os reclamamos tesis económicas o políticas. Apenas os pedimos que nuestra patria no siga por caminos que nos avergüenzan ante propios y extraños. ¡Os pedimos tesis de piedad y de civilización! Impedid, señor, la violencia. Queremos la defensa de la vida humana, que es lo que puede pedir un pueblo.

En vez de esta fuerza ciega desatada, debemos aprovechar la capacidad de trabajo del pueblo para beneficio del progreso.

Señor Presidente: Nuestra bandera está enlutada y esta silenciosa muchedumbre y este grito mudo de nuestros corazones solo os reclama: ¡que nos tratéis a nosotros, a nuestras madres, a nuestras esposas, a nuestros hijos y a nuestros bienes, como queráis que os traten a vos, a vuestra madre, a vuestra esposa, a vuestros hijos y a vuestros bienes!

Señor Presidente: Os pedimos cosa sencilla para la cual están de más los discursos. Os pedimos que cese la violencia mediatica, que los secuestrados regresen a sus hogares y así os lo pide esta inmensa muchedumbre. Pedimos pequeña cosa y gran cosa: que las luchas políticas se desarrollen por cauces de constitucionalidad.

Os pedimos que no creáis que nuestra tranquilidad, esta impresionante tranquilidad, es cobardía. Nosotros, señor Presidente, no somos cobardes: somos descendientes de los bravos que aniquilaron las tiranías en este suelo sagrado. Pero somos capaces, señor Presidente, de sacrificar nuestras vidas para salvar la tranquilidad y la paz y la libertad de Colombia.

Os decimos finalmente, Excelentísimo señor:

Bienaventurados los que entienden que las palabras de concordia y de paz no deben servir para ocultar sentimientos de rencor y exterminio. ¡Malaventurados los que en el gobierno ocultan tras la bondad de las palabras la impiedad para los hombres de su pueblo, porque ellos serán señalados con el dedo de la ignominia en las páginas de la historia!

0 comentarios:

y Un homenaje al vacío















Publicaciones y análisis:

 
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.